jueves, 25 de julio de 2013

EN LA JUGUETERIA

Hace unos días pasamos una vergüenza terrible en una juguetería. Fuimos con una amiga que tiene un peque de dos años, "S". Nuestros hijos se llevan de maravilla y lo que hace uno... en seguida lo imita el otro, para lo bueno o para lo malo. Por ejemplo cuando mi hija no caminaba y S ya corría, se ponía a gatear para estar a su altura. O la ayudaba a subir y bajar escaleras mientras yo estaba despistada.... Vaya carreras me pegaba para que no se hiciera daño!

Pues nada, el sábado por la mañana decidimos llevarlos a un taller de cuentos que hacían en la tienda de juguetes del barrio. La puntualidad quiso que llegáramos 10 minutos antes de que empezaran y para entretener a los peques, paseamos por las estanterías llenas de juguetes. Al principio no hubo problemas. Iban de lado a lado alucinando con tantas cajas a su alcance. Incluso se detuvieron un rato para tocar a dúo un piano de plástico. Pero ay, cuando vieron el aparador... se les fue la vista.

Como están haciendo obras en el parque de casa, ampliando las vías del tren bajo tierra, está lleno de apisonadoras y máquinas similares y todos los niños van locos por tener una de juguete. El hijo de mi amiga, a la que vio una en el aparador se fue directo a cogerla. A los 2 segundos, todo el aparador se fue al suelo ya que estaban los coches encima de una tarima haciendo de mesa y hasta un adulto que lo hubiera tocado según como, hubiera conseguido desmontarlo sin quererlo. No fue su intención tirarlo, fue un accidente.

Mientras yo me reía por la bajini de la situación, la dependienta vino corriendo. Mi amiga se disculpaba y la ayudaba a montar de nuevo toda la paradita. Cuando acabó, nos obsequió con una sonrisa diciendo que no pasaba nada, que eran niños. Llamé a mi hija para que me diera la mano y nos alejamos de las tentaciones. En eso que la peque se gira y me señala como diciendo, mira, ya han acabado de arreglarlo. Y se soltó de mi mano para ir corriendo hacia el aparador y tirar las cosas al suelo a adrede. Fue imposible frenarla. Yo creo que se me pusieron rojas hasta las orejas. Y mi hija, tan feliz como una perdiz porqué había imitado a su amiguito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario