domingo, 25 de noviembre de 2012

ODIO LOS DOMINGOS

Domingo 6:30 am. Suena la sirena. No, el despertador no, la sirena. El despertador lo desconecté ayer por la mañana en previsión de que la peque durmiera un poco más de lo normal por aquello de ser fiesta. Pero no, no ha habido suerte. Reclama su 1º comida del día. Le digo a mi marido, “la niña está despierta”. “ya la oigo, debe tener hambre”. Fin de la conversación. Como ayer tocó peli nocturna y nos fuimos a dormir hace menos de 6 horas, no creo que consiga convencerle para que se levante él así que… toca preparar el bibe.

El mal humor y las lagañas por el despertar temprano se pasa rápido nada más sacar la cabeza por la habitación de la peque y ver la cara de alegría que te pone mientras va diciendo “mama, mama”, acompañada de sus bracitos en alza para que la cojas en brazos mientras te llena la cara de besos babosos y te impregnas de su olor a bebe. “Aixxx cuanto te quiero mi bebe”

Pues vamos allá, sin pasar por el baño para que no siga despertando a los vecinos, y aunque tenga unas ganas locas de ir, llegamos al salón. Toca atar al monstruo de las galletas en su trona, mientras no para de chillar (por suerte sin lloros, eso ya pasó a la historia hace meses) “BIBE BIBE BIBE”.

Un momento peque, se tiene que calentar la leche.  “BIBE BIBE BIBE”. Click. El micro nos indica que ya está el agua lista para echarle la leche en polvos, los cereales y cola-cao si nos apetece. “BIBE BIBE BIBE”. Comprobamos que no está muy caliente, le ponemos el babero “BIBE BIBE BIBE” y… a enchufarle el bibe.

Salgo pitando para el baño. Tengo el tiempo justo ya que en 2 minutos empezará a chillar “MA  MA”, que no significa mama, sino, que quiere más desayuno. Cojo el bibe y se lo cambio por una galleta. Tengo otros 2 minutos para comprobar que están cerradas las habitaciones peligrosas, léase cocina, baño, habitación de los papis,.. Y hasta me sobran unos segundos para empezar a prepararme el desayuno. Estoy a punto de soltar al monstruo de sus ataduras. ¡Que no me pase nada!


Domingo, 20h. Que angelito, como duerme. No tendría que hacerlo pero los findes, dejo que se duerma en mis brazos. Me hace ilu. Ha sido un día muy largo para las dos. O igual no pero se me hacen odiosos y larguísimos cuando tengo una jornada entera a solas con ella. Tras el desayuno ha tocado un ratito de parque los 3 juntos antes de que papá marche al trabajo. Más que para ella, el relax del parque es para mí, para no acabar de los nervios sabiendo la jornada que me espera por delante. Dejar a la niña suelta por casa es como tener un pequeño tornado. Juguetes y revistas tiradas por el suelo, cajas de CDs por todas partes, muñecas, peluches, piezas de puzzle,… (Dios, como duele clavarse la pieza de las narices. Si al menos fuera solo la pieza. Pero el pitorrito que les sale hacia arriba para que la puedan manipular ellos solos... buffff). Y cuando acabas de recoger una parte de la habitación, te giras y... te esperan los playmobil desperdigados por el suelo, dos calcetines, una zapatilla y ya está apunto de conseguir sacarse la otra mientras se prepara para aplaudir y decirme: “Bravo”. “Peque! Ven aquí! No puedes ir descalza por casa!.”.

Y mientras se ríe porqué se piensa que estas jugando, te planteas el arreglar o no todo lo que está desmontado. Al fin y al cabo, si ya está en el suelo, de ahí no pasará. Lo malo es cuando le pides a ella que te ayude a recoger. O te ve poniendo las cosas en orden y decide que ella también participa. El problema es que entonces no sabremos donde hemos guardado los colores, ni si estarán todas las piezas del juego en la misma caja, o si alguna se ha quedado debajo del sofá,…

Y seguimos pensando y sin darnos cuenta es la hora de comer. Venga, a ver si hay suerte y después de la pelea con las verduritas y la fruta se pega una siesta. “Ja, ilusa”. Con suerte podrás comer tranquila mientras desmonta algo pero dormir…  ¿Y cuando plancho? Porqué con ella despierta es un peligro. Le encanta coger el cable que sube del interruptor a la mesa de planchar. Bueno, lo dejaremos para la noche. Decides poner un poco de orden en el salón, por si hay suerte y no lo desmonta todo otra vez. Para ello, nada mejor que atarla a la trona y decirle… a pintar! Después de pintarse un ratito, si, pintarse (no maquillarse que ya llegará cuando sea mayor), compruebas que el papel casi está intacto pero su cara, sus manos y la mesa están echas una pena (suerte que son aptos para bebes), decides que lo mejor es limpiarla un poco antes de que te manche las paredes con sus manitas.

El reloj sigue corriendo. Toca darle la merienda y te planteas si saltarte la preparación y coger un potito o ser buena madre y triturar un plátano y una pera y añadirle una de esas galletas que tanto le gustan. Pero es que estas tan cansada. Todavía no te has sentado en todo el día. Gana tu conciencia de buena madre y mientras la preparas, decides desatar al angelito ahora que no hay peligro que manche nada. Craso error … otra vez todo fuera. Tarda menos en desmontar las cosas que yo en recogerlas mientras pintaba. Y por si fuera poco, también ha desmontado la alfombra puzzle. Buahhh.

Lo siento, no puedo ver la casa tan desordenada. Me pone enferma. Y eso que solo es una habitación. Pero es que no se puede ni caminar. Así se va a hacer daño cuando gatee. Así que, venga, a ordenar una vez más. Y sin darnos cuenta el reloj ya marca las 18h. Es hora de empezar a preparar la cena de la peque y mientras hace “chupchup”, a ver si la baño, jugamos un ratito con el pececito de plástico y le peino la maraña de rizos para que mañana sea la niña más guapa de la guarde. Masajito rápido, cremita, pijama y… no, al suelo no. Te quedas atada en la trona que en 5 minutos tienes la cena. Mientras lo paso todo por el minipimer, vuelve a las andadas y se va quitando las zapatillas y los calcetines. Es igual, ya no se los pondré hasta mañana. Después de cenar le pondré el sobre pijama y listo. Como lleva pies incorporados, puede caminar igual hasta su habitación.

Domingo 20:10. He tardado 10 minutos en escribir esto. No me puedo entretener más. Toca ducharse, lavarse el pelo, depilarse, Ja, que chiste. En 2 horas llega el papa de trabajar y no hemos hecho nada de la lista pendiente. Falta pasar el polvo, planchar las camisas de los dos para ir a trabajar (bueno, haremos lo esencial, solo las 2 que necesitamos para mañana), preparar la cena, recoger oootra vez el suelo del salón, guardar la trona, hacer la bolsa para la guarde, fregar los cacharros, regar las plantas que pobrecitas me piden agua a gritos. Fijo que me dejo algo.

Dios, que ganas tengo que llegue el lunes y así poder descansar en el trabajo. ¿Tan difícil es poder tener 1 hora para mi a la semana? No pido mucho: leer un capítulo del libro, escribir un par de emails a las amigas (porqué llamarlas es imposible, nos tiraríamos toda la tarde de cháchara), acabar de una vez el álbum de fotos del 1º año de la peque,….Es una pena pero odio los domingos. Si al menos hubiera podido encontrar un hueco para jugar con mi niña, hubiera valido la pena no tener tiempo libre para mí. Me gustaría tanto echarme en el suelo con ella. Vaya porquería de vida. Tendremos que esperar a la semana que viene, a ver si me organizo mejor o decido pasar de todo.

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